Domar un potro es en la mayoría de los casos tarea fácil. Domar al destino es imposible, sobre todo cuando éste se pone de manos, cocea y no acepta el bocado.
El destino es una moneda con su cara y su cruz que cuando se lanza al aire desconoces su suerte o su desgracia, su triunfo o su derrota, su inicio y su final.
El espiritu, el valor y el coraje son las armas para ese combate. Y son esas columnas las que he tratado de inculcar en la doma de mis hijos para ponerle la montura al caballo de la vida.
Durante estos últimos diez días dimos cuerda, le acariciamos, le pusimos un cinchuelo y nos montamos en él. Esta vez no fui yo el jinete sino una de mis hijas la que hizo de amazona. Fue el más difícil de los potros que le ha tocado en suerte domar.
La vida a veces nos abofetea pero nuestro lema es no peder la sonrisa jamás.
V de Vacada, V de Victoria.
Desde aquí mi agradecimiento a todos aquellos que nos hicisteis fuertes y al equipo de neurocirugía que le dio la vuelta a la moneda.
La Vacada es pequeña, vosotros la hacéis grande.
Gracias-Obrigado.
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