He marcado caballos con mi hierro y ha habido caballos que me han marcado a mi con su paso por mi vida. Otros han llegado y se han ido sin pena ni gloria, quizás porque nunca han tenido nada que decirme o tal vez no les di tiempo a que nada me dijesen.
Recuerdo hace veinte años que vi una potra en una feria en Estella... blanca, media apaloosa, grande, fuerte y con tres primaveras en su dorso. Su padre era un caballo de un rejoneador maño que se quedó en novillero, y su madre una PRE torda que una noche, sin querer el ganadero, se fue de picos pardos con el citado dálmata en versión equino.
Por aquel entonces vivíamos entre mugas, a pocos metros de donde se canta la marsellesa. Llegó a la par que las nieves y muy pronto fue el medio de transporte para llevar a mis hijas al colegio, haciéndole el relevo a un enorme alaska malamute llamado "Calcetines" con el cual hacíamos mushing día sí y día también en aquellos duros inviernos.
Pero todo nace y todo muere, y como dice Fito en una de mis canciones favoritas "todo empieza por el final". Me volvía al sur y Xiada no me podía acompañar en la travesía. La llevamos a Galicia a disfrutar de sus últimas vacaciones y allí se quedó viviendo una liberdad merecida.
Tatiana con Xiada (1.994) |
Mis hijas todavía se acuerdan de aquella yegua blanca con pintas negras que las llevaba a la escuela.
Buenas noches Paula, buenas noches Tatiana, buenas noches Xiada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario